Hirst y la polémica constante

Ayer un amigo me explicaba que hará unos años, por un dinero que le llegó de manera inesperada, decidió coleccionar arte. Primero me asombré por el interés de ese chico que por entonces no pasaba de los 25 y que ya se interesaba en comprar obras de pintores de su tierra y que ansiaba poder encontrar un Bansky. Aquí me explicaba el jaleo que supone hablar con la galería, con los representantes y los managers. Fue justo mezclando estos pensamientos donde me vino a la mente el comentado Damien Hirst, el de la calavera de diamantes, los animales petrificados en formol o sus obras con lunares de colores.
El artista británico, que salió hará unos años de la escuela conocida como «Young British Artist«, rebosa dotes superdotados, no tanto por sus creaciones (dejemos valoraciones artísticas a un lado) sino por su manera de entender el mercado de arte, producir mucho más de lo que se le demanda e (im)poner sus propias normas de mercado. A parte de desatar polémicas por sus obras, muchas de ellas realizadas por su equipo donde su mano sólo esboza, ahora ha levantado controversia por su manera de ver el negocio dentro del mundo del arte. Con su manera de hacer, ha eliminado intermediarios y se ha presentado él mismo a Sotheby’s siendo la primera vez en la historia, ojo al hito, que se ponía una obra a la venta directamente desde el estudio del artista.
Hirst se ha saltado, con este proceso, agentes, coleccionistas o galerías. Mientras llena páginas y páginas con la hazaña, el hiperactivo artista considera el hecho «un acto democrático», mientras que para la mayoría de los mortales no es más que una estrategia bien formulada. Además, sumar a la polémica, que hay quien especula que detrás de los que pujaban (que fueron subiendo el precio sin cesar) estaban sus actuales galeristas e incluso un grupo de inversores entre los que estaba el mismísimo Hirst, lo que lo convierte en un doble genio a la hora de valorar su arte y «jugar» con un mundo, hasta ahora, tan cuadrado y espectacular como es el mundo de las subastas. Unos creen que puede haber abierto un camino, pero otros muchos no se preocupan por su manera de haber actuado, ya que artistas con el peso de Hirst no hay demasiados (tal vez podrían emularlo Murakami o Jeff Koons).
Lo que está claro es que su nombre resuena, que es un artista mediático y que su cuenta, idea tras rareza, se engorda con su manera de hacer, entender e imponer, entonces ¿es un artista?
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