La trompa de Messiaen
Guía para inexpertos

Esto que ponemos ahora por escrito, trata de ser un testimonio contemporáneo de los círculos musicales, no de rock, pop y lo más mainstream sino de la música clásica, la madre de todos nosotros. Sin ella no habría Rihannas ni nada que se os venga a la mente.
El segundo capítulo nos va a adentrar en el fabuloso mundo de los conciertos de abonados (en este caso del fantástico Palau de la Música), esos personajes viejos tan viejos, con sus abanicos y sus caramelos, que nunca faltan a ningún concierto con celebrities.
El concierto en cuestión, con programa de Strauss i Mussorgsky, tuvo como protagonista este fantástico instrumento llamado trompa; para los inexpertos: el logo de correos. Suena como seguro sonaban las cacerías del zorro de antaño, y aunque el intérprete es un fantástico y humilde alemán, la primera parte del concierto fue un rollo. Me explicaré mejor: para alguien con los oídos entrenados, estuvo muy bien, pero para esos acompañantes extra que uno se trae para fardar, no. Se podría considerar el tipo de concierto que uno pone como background de un telefilm de época antiguo [perdóname, querido Strauss], aunque esté escrito por un genio que se considera moderno.
Pasando a lo que vino después, me gustaría añadir, como elemento más importante de la velada el bis que hizo el trompista. El señor acababa de tocar la cosa más clasicorra del mundo, que podría pertenecer al fascículo primero de la historia de la música y a la hora de hacer su bis y para que le sangraran los oídos a los pobres abonados, tocó una pieza de Olivier Messiaen. Esto no le sonará a nadie, pero Messiaen era un señor que murió hace poco y hacía música de esa que llamamos contemporánea. El caso es que Stephan Dohr (el trompista) se saltó los miles de fascículos que separan Strauss de Messiaen y se quedó con el Palau entero con un bis bastante largo y muy raruno.
Para acabar, tocaron los famosísimos «Cuadros de una exposición«, de Mussorgsky. Esto sí le sonará a la gran mayoría, aunque sea por esos CD’s que nos daban en el instituto de historia de la música, y si os suena raro, la alumna que los escuchaba os recomienda que los recuperéis.
La conclusión de esto: los que nunca hayan ido a escuchar música clásica en directo por favor, corred. Los que nunca hayan ido al Palau, same same. Los que hayan sentido curiosidad, continuad por aquí.
Fotos: Juanma Peláez.
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