La Skimal y sus retratos cuánticos desde la distancia
Shootings remotos durante el confinamiento

Con su nuevo proyecto #encasa, La Skimal encontró la manera de que meterse en casa de sus amigos de todo el mundo y retratarlos en el confinamiento a través de shootings remotos. Cuando me propuso formar parte de este proyecto yo no sabía nada de las ideas que rondaban a esta artista que admiro y que además considero, a pesar del poco tiempo que nos conocemos, mi amiga. Además yo la había invitado a participar en el nuevo proyecto en el que llevo trabajando durante el último año Anonyme y sentía que estábamos fluyendo en la misma dirección en muchos sentidos. Sé que últimamente ella anda en una búsqueda más introspectiva y personal en sus fotografías, ya que la Isa que yo conocía era la dedicada a los eventos, fiestas, moda, etc. Y por eso tenía ganas de que me contara.
Así que conectamos, en esta nueva manera que tenemos de “conectar” ahora, por videollamada y nos pusimos manos a la obra. He de confesar que no me fue fácil cederle el control debido a la forma que encontró para poder materializar este proyecto, pero Isa te propone, dialoga, conversa y te guía para intentar conseguir esa presencia física que en estos momentos es imposible de disfrutar. Es un pacto de confianza por las dos bandas. Una colaboración mutua de la que depende 100% el retrato. Ahora, que ya han pasado más de dos meses de esa primera sesión de fotos, veo los 70 retratos que lleva hechos y cómo ha ido evolucionando el proyecto, creo que no me equivoqué en esa primera intuición de formar parte de este “#encasa, retratos cuánticos durante el Covid 19”. No te pierdas este making of.
-¿Cómo se inició el proyecto?
Empezó entre la segunda y tercera semana de confinamiento. Yo estaba en un apartamento en Barcelona, sin balcón y sola, y aunque desde el minuto uno me abracé al arte como herramienta para transitar este momento, en la montaña rusa emocional que todos conocemos, empezó a perder sentido las videollamadas y noté que me estaba empezando a aislar, demasiado. Entonces empecé a pensar qué podía incorporar a mi rutina que me hiciese realmente feliz. Y era hacer fotos. En mi último trabajo había explorado el autorretrato, así que necesitaba algo diferente. Entonces fruto de querer relacionarme con el exterior que no tenía, pensé en cómo podía hacer fotos a otros en la situación en la que estaba. Había visto shootings de facetime, o a pantallas, y me parecía demasiado frio, no había interacción real entre el fotógrafo y el retratado, ni muchas posibilidades fotográficas. Y demasiado digital, sin componente humano. Entonces tras una noche de locura y de presencia cuántica con The Cult of Sir (link: https://www.instagram.com/thecultofsir/ ) mi familia londinense, acabé realizando un experimento que aunque tendría que perfeccionar, se acercaba más a la interacción y toque humano que yo necesitaba.
-Hablas de que todo empieza cuando intentas interactuar con el exterior, intentando utilizar el arte y en este caso la fotografía como medio catártico para sobrellevar este confinamiento. ¿Entiendo que la emoción fue la motivación en este proyecto?
Así es. Yo empecé el confinamiento creando, ya que era la única manera de enfrentarme a él. Pero eran todos proyectos en proceso que ya estaba trabajando. En el momento fue un impulso emocional, y ahora cuando lo racionalizo supongo que tuve una necesidad vital de conectar con lo que estaba pasando y con la gente al sentirme tan aislada y sola físicamente, por eso las personas a las que he retratado son amigos y familia que tengo alrededor del mundo o personas que he conocido en los viajes que hecho, lo que me permitía volver a conectar con ellos. Para mí, hacer estos retratos representa un momento de presencia cuántica muy bestia. Yo estoy en esas casas y ellos están en la mía. Mediante la “excusa” de la foto, generamos una energía reciproca que en muchísimas ocasiones llego casi a sentir que, aunque hubiese estado allí presencialmente, la foto no hubiese salido mejor.
-En la serie de retratos que has compartido conmigo y también en redes, siento que de cuando colaboré en ese primer retrato a lo que has creado hasta ahora, se puede ver una evolución. ¿Cómo lo percibes tú? Y, por otro lado, obviamente es un reto lo de no estar presencialmente haciendo la foto y dar instrucciones minuciosas a alguien, ¿cómo lo consigues?
Al principio intentaba ser lo más natural y pura con la situación del momento y sacar la primera realidad que veía. Les preguntaba donde pasaban más tiempo, o si habían descubierto algún rincón especial de su hogar por consecuencia del confinamiento. Prácticamente no movía nada de la escenografía que veía. A medida que iba ganando confianza, empecé a querer ir un poco más allá, y recrear escenarios y personajes con lo que ellos me contaban, y con lo que disponían en su casa. Y empezar a jugar, moviendo y colocando el espacio como iba imaginando. Todo un reto, en cuestión de pocos minutos mi cabeza trabaja a 300.000 por hora pensando en donde hago la foto, que entorno elijo, cuántos son, como los voy a distribuir, etc. y con la presión de que están ahí, “esperándome”. Trabajo con la energía de la persona, yo tengo que sentir dónde está el límite. Como hablo con ellos antes, tomo una idea general de lo que les pasa que intento traducir a foto en cuestión de minutos.
-Pero este proyecto no es sólo el retrato. Aunque puede que en sus inicios lo plantearas así, has acumulado material de la entrevista que nos haces al inicio o de todo el proceso previo al retrato. ¿Cómo has pensado utilizar ese material e incluirlo en el proyecto?
Pues en sus inicios pensé en registrar un video modo “making of”, para que se viese cómo interactuaba y se formaba el retrato. Y después pensé que como con todas las personas que retratase íbamos a empezar hablando de lo mismo, me planteé hacerles a todos las mismas preguntas sin tener ni idea que haría con eso después. Y después de unas 20 entrevistas empecé a ser consciente del material que se me acumulaba así que hice un llamamiento de editoras de video que quisiesen sumergirse en el proyecto y trabajar libremente con el material que yo tenía. Y entonces encontré a Jimena Martín (link: https://www.jimenamartin.com ) o Jimena Martín me encontró a mí y se involucró en el proyecto con una profesionalidad, un amor, una ética y un compromiso impresionante, creando la primera pieza visual, su propia interpretación del material de 10 retratos que yo le pasé. Ahora he hecho otro llamamiento, porque tengo mucho más material y me encantaría que alguna otra editora se implicase. Son piezas que funcionan de manera independientes, pero que todas juntas, dan mucha más fuerza al trabajo fotográfico.
Sin duda, para mí este proyecto me transmite muchas cosas. Habla de esa conexión que de alguna manera hemos empezado a valorar a raíz de estar separados, habla de acceder y ceder el control tanto tú como fotógrafa al no poder controlar todas las variables y en el caso de los retratados su intimidad de una manera muy vulnerable, pero para mí sobre todo habla de que aunque estemos solos afrontando desde nuestras trincheras este proceso, al final también estamos vinculados y no deberíamos de olvidarlo.
Yo he tenido la suerte de viajar mucho y siempre he sentido las realidades que me encuentro como puntos opuestos. Y desde que empezó esta pandemia sentí que por primera vez en la humanidad el mundo se unía, que estamos atravesando la misma tormenta, pero en barcos diferentes. Por eso encontré interesante esta manera de conectar con mis amigos y familia alrededor del mundo, saber cuál era su situación, y escucharles me ayudaba en mis propios procesos, a la vez de sentir el contacto, cariño y cercanía con la excusa de tirarles un retrato. Y al final, en medio de todo este caos e incertidumbre, nos habíamos reído, hablado, pasado un buen rato y disfrutado del momento, y yo me quedaba con la sensación de que había estados en sus casas, y ellos en la mía. Me hacen viajar a otros lugares. Y cuando estás encerrada sin poder salir, esa sensación no tiene precio.
La Skimal lleva más de 70 retratos remotos en diferentes partes de España y de Europa, pero también en lugares tan remotos como la selva amazónica de Bolivia, un pequeño pueblo de Chiang Mai, un Slam de Calcuta, o un barco en el mar filipino o megaurbes como Ciudad de México, Buenos Aires, Rio de Janeiro o Singapur. Sigue produciendo durante estas fases de desescaladas. No sabe cómo ponerle límite, porque ahora está en Ibiza y allí ya están en la fase 1. Pero siente que hasta que prosiga la situación de confinamiento, ella seguirá queriendo hacer retratos.
Entrevista realizada por: Karina Morante, es fotógrafa y gestora cultural. Además es Directora de Operaciones de Anonyme Colectiv-Singular colectivo de artistas multidisciplinares dedicado a la gestión, distribución y realización de proyectos culturales
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