Entrevistamos a Zoe Romano, craftivista, artesana y estratega digital
“Cada vez son más las voces a contracorriente que se niegan a mantener los ritmos acelerados de producción y consumo”

La manera humana de habitar la Tierra debe ser repensada, aunque en realidad, siendo estrictos, pensamiento relativo a la necesidad de cambiar nuestra forma de vivir, hay mucho. Lo que hay que hacer, por tanto, es precisamente hacer. Pero hacer de un modo diferente, desde otras perspectivas. De eso sabe mucho Zoe Romano, craftivista, artesana, estratega digital y conferenciante enfocada en innovación social, mujeres en tecnología, tecnología y open design. Romano desarrolló sus habilidades sociales como hacktivista, trabajó para Arduino, y luego cofundó WeMake Makerspace. Recientemente hemos podido escucharla en España en el I Congreso Internacional de Creatividad e Innovación en el Diseño de Barreira A+D, y ahora, contesta nuestras preguntas:
– ¿En qué consiste la lucha craftivista hoy en día? ¿Cómo se lleva a cabo?
La palabra craftivism es un neologismo inventado por Betsy Grear y difundido a principios de la década de 2000 gracias a la publicación de uno de sus libros. El término pasó a definir ese activismo político y crítica social que utiliza técnicas y prácticas generalmente consideradas domésticas y femeninas. El tejido, el ganchillo, el bordado, se convierten en herramientas de implicación y herramientas para comunicar un mensaje porque finalmente salen de casa y entran en el espacio público. Una de las acciones más famosas es la del artista Olek con su Charging Bull, que cubrió el famoso toro de Wall Street. Más recientemente vimos el PussyHat, un gorro de punto fucsia lanzado para el WomenMarch de EEUU. Pero luego se extendió por todo el mundo. Lo interesante de este proceso es la reapropiación de estas prácticas que han representado durante años una herramienta para el encierro de las mujeres dentro de los muros de la casa, para convertirlas en una forma de emancipación e implicación alegre, satisfactoria, sostenible y altamente comunicativa.
– ¿Qué relación existe entre saber hacer, y consumir? ¿Cómo consume una persona que sabe cómo son los procesos que desembocan en los productos -por ejemplo de moda- que consume?
El aspecto complejo e interesante de la moda es precisamente el de ser un vehículo para comunicar conceptos intangibles, como la propia personalidad, identidad o pertenencia. La ropa se transformó inmediatamente de objetos utilitarios a objetos comunicantes, y al mismo tiempo, con la llegada del consumismo y la producción industrial masiva, las personas que compran han perdido la capacidad de reconocer la calidad del objeto porque están demasiado concentradas en lo que representa usarlo. En el mundo actual, con una crisis sanitaria y ecológica que nos atraviesa, saber de dónde viene un objeto, cómo se fabricó y sobre todo por quién y con qué materiales, se está convirtiendo cada vez más en una necesidad que ya no depende solo de una relación muy estrecha entre saber hacer y saber consumir.
– ¿Cómo dirías que será la industria de la moda del futuro inmediato? O planteándolo de otra manera: ¿cómo no puede ser? ¿Qué cosas ya no se va a poder permitir seguir haciendo?
La industria de la moda se está replanteando, pero no de manera tan radical. Cada vez son más las voces a contracorriente que se niegan a mantener los ritmos acelerados de producción y consumo que impone el sistema de la moda. A pesar de ello, las empresas que la integran no tienen la capacidad de autorregularse porque muchas veces están controladas por capitales financieros que imponen un determinado enfoque de extracción de beneficios, en detrimento de externalidades negativas sobre el medio ambiente y las personas. En este momento sería necesario activar una normativa más rígida, partiendo de la Unión Europea, para que, ante una situación crítica, se produzca una transformación radical, porque el tiempo que queda para evitar el colapso ya no es tanto y el covid es solo una primera señal.
– Durante el confinamiento mucha gente ha querido aprender a hacer desde pan, hasta sus propias mascarillas. ¿Es la pandemia un escenario propicio para la artesanía?
Ciertamente ha habido un cambio de perspectiva, más atención a lo local y lo sostenible. La disrupción de las cadenas globales de producción y distribución nos obliga a ser más autónomos con respecto a algunas necesidades básicas que no podemos permitir que se produzcan solo en Asia o en el sur del mundo. Si quienes nos gobiernan son previsores, conseguirán activar facilidades para que este comercio de proximidad pueda desarrollarse sin tener necesariamente economías de escala demasiado grandes. Veo el uso de tecnologías de fabricación digital en el corazón de este proceso.
– A veces se confronta erróneamente tecnología con artesanía. ¿Puede ser artesano un producto digital?
El uso de una impresora 3D o el corte por láser es un proceso muy artesanal, incluso si el objeto o partes del objeto son producidos por la propia máquina. Los objetos elaborados con tecnologías de fabricación digital no industrial son productos que se encuentran a medio camino entre lo artesanal y lo industrial. Es como si se tratara de una nueva clase de objetos que tienen toda una nueva serie de procesos y rutinas por realizar y en los que el aporte humano es creativo y manual y no solo control de la producción (como en las fábricas).
– WeMake es una fábrica urbana en la que, entre otras cosas, se comparten herramientas y conocimientos. ¿Podrías ponernos algún ejemplo de sinergias o proyectos que hayan nacido en vuestro fablab?
En estos 6 años han surgido muchas situaciones informales y formales interesantes que nos han permitido colaborar tanto con una red internacional como con instituciones, como el Ayuntamiento de Milán. Siempre hemos creído en este aspecto más formal, de una relación más estructurada con la ciudad, para que los proyectos creativos e impactantes que surgen en lugares / laboratorios / comunidades como la nuestra no sean solo un divertido ejercicio de estilo para ser presentado en ferias del diseño, sino convertirse en una herramienta para entrelazar las necesidades de los ciudadanos con las nuevas capacidades de producción local ligadas precisamente a la fabricación distribuida y bajo demanda.
– ¿Hacia dónde se dirige WeMake, cómo crees que evolucionará?
En 2019 WeMake cambió su estructura y dejé la junta directiva para poder encargarme de proyectos que no conciernen a WeMake. Sin embargo, en septiembre comenzamos un nuevo proyecto europeo llamado Centrinno que durará hasta 2024, junto con 26 socios en toda Europa, enfocado en la regeneración de distritos industriales urbanos para crear hubs ciudadanos de producción, networking y formación. Trabajaré en este proyecto para WeMake.
– ¿Qué te gustaría aprender a hacer que todavía no sepas?
Me gustaría mucho activar un proyecto experimental utilizando máquinas de tejer industriales capaces de producir prendas seamless [sin costuras] y probar el uso de fibras conductoras dentro del proceso de producción.
Más sobre Zoe Romano en Zoescope.
Texto por: Eduardo Almiñana
Fotos por: Stefano Pedrelli
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