Marruecos, un mundo con sub-mundos
'Un mismo destino, distintos escenarios'

Cuando Thoreau habla de que el mundo es un lienzo para nuestra imaginación, nos reta a materializar nuestros sueños y hacerlos tangibles para que otros puedan disfrutarlos. Dentro del Mundo hay un sinfín de sub-mundos imaginados y proyectados por personas. Lugares que alguien ha querido hacer reales y compartirlos con el resto.
Este mes, nos escapamos de nuevo a Marruecos para vivir un mismo destino de forma muy distinta a través de lugares a los que ciertos creadores han dado forma.
Para tener una visión más amplia de la zona, optamos por compaginar el valle de Ourika, el desierto de Agafay y la ciudad de Marrakech. Estímulos distintos para una desconexión real.
El valle de Ourika
Recorrer el curso del río Ourika permite admirar el paisaje del Alto Atlas y disfrutar de todo lo que permite el valle. Visitar el pequeño pueblo de Setti Fatma, las cascadas del mismo río y alguna casa Bereber típica.
En Ourika, apostamos por alojarnos en Kasbah Bab Ourika, ubicada junto al Parque Nacional, en la cima del valle de Ourika, mirando hacia el río y frente los campos verdes y llenos de olivares, naranjos y limones. Os podéis imaginar las espectaculares puestas de sol que abarcan un infinito abanico de colores cálidos mientras el sol, como una bola de fuego ardiente, se despide a lo lejos.
Quién imaginó la Kasbah lo hizo sumido en un entorno de silencio donde solamente tiene cabida el sonido de la naturaleza. Por lo que relajarse es tan fácil como casi obligatorio. Ya sea en la habitación (con su propia terraza) o en cualquier rincón del jardín, así como en la piscina o en el spa. Si eres de los que viaja en familia o con amigos, dispones de una villa equipada con todo lo necesario para que cada uno encuentre su lugar sin molestarse.
Un oasis de lujo discreto con un diseño que se centra en el uso de materiales y artesanías locales. En la misma línea, la cocina proviene de su propio biohuerto y propone una carta de platos locales con guiños occidentales. Aire fresco de montaña, jardines con banda sonora natural, el silencio del valle e infinitas noches de cielos despejados y estrellados. Imaginarlo parece fácil, ¿verdad? Conseguirlo tiene mérito y merece ser reconocido.
El desierto de Agafay
Marruecos es sinónimo de desierto, en este caso no de arena y dunas sino de largas extensiones de tierras áridas y de un paisaje lunar. En medio de Agafay con la silueta del Atlas también presente, encontramos espejismos, y uno de ellos es el campamento Caravan by Habitas. Un patio de recreo secreto ubicado en medio de montículos rocosos.
Un hogar nómada y un espacio para la libertad creativa donde la música, el bienestar, la aventura, el arte y la comida crean un mundo mágico donde los extraños se convierten en amigos y los amigos en familia. Habitas empezó su andadura como viajeros y siguen conceptualizando proyectos sin dejar de serlo. El desierto tiene una connotación de exploración de nuestro mundo interior y exterior a la que ellos añaden una experiencia colectiva alrededor del juego, la aventura y la conexión con el entorno natural. De acuerdo a este espíritu, durante el día o la noche, en Caravan Agafay puedes pasear a caballo, a camello, disfrutar de música en directo, observar las estrellas o participar en una clase de yoga durante la salida del sol.
Podríamos pensar que, en un paraje hostil, la calidad de la comida quedaría resentida. Muy lejos de la realidad, su restaurante El Olivar es el lugar donde reunirse y conversar mientras disfrutas de platos únicos y sabrosos que hablan de la tradicional cocina marroquí mezclada con culturas que han influido en la región (incluidos los bereberes y una variedad de países de Oriente Medio, África y Occidente). Lo mejor del día es empezar con un auténtico desayuno tras un baño matutino o despedir la jornada disfrutando de una cena durante la puesta de sol. Es imposible despedirse del país sin estar enganchado a sus atardeceres..
La ciudad de las mil y una noches
Es prácticamente imposible visitar Marruecos y no hacer una parada en Marrakech. Esta vez, visitamos rincones distintos para descubrir un Marrakesh nuevo. Algo nada difícil dentro de una ciudad tan cambiante, frenética y rebosante de vida.
Decidimos “acampar” en Maison Brummell Majorelle, uno de los nuevos hoteles de la ciudad construido por el hotelero austriaco Christian Schallert con la idea de alojar a sus amigos, familiares y viajeros trotamundos. Conocemos bien su hotel “hermano” en Barcelona y no queríamos dejar pasar la oportunidad de visitar al nuevo miembro de la familia. ¡Otra ilusión más de una mente soñadora hecha realidad!
Como el resto de los 14 huéspedes que ocupan esta casa, disfrutamos de esta joya arquitectónica en la que confluyen diseño y artesanía. Arriba encontramos las habitaciones (dos de ellas con jardín), en la planta baja la clásica cocina marroquí, una sala con chimenea y sofás modulares, un hammam particular con baño de vapor y piscina climatizada y una maravillosa terraza con piscina exterior para tumbarse a leer o a charlar durante horas. ¿Lo mejor de todo? El olor de especias marroquíes que nos recibió nada más entrar (ya que coincidió con la hora de comer). Nos ubicó al instante en el lugar, nos abrió el apetito y nos convirtió, de inmediato, en miembros de la familia.
Todo ello ubicado en la calle paralela de Rue Yves Saint Laurent, junto a los Jardines Majorelle. Muy cerca de Gueliz, un barrio tranquilo donde se ubican algunas de las mejores concept stores como Moro, 33 Rue Majorelle, Some Slow Concept o Heritage Berber. Así como galerías de arte como Galerie 127, Comptoir des Mines o L’Blassa. Esta última es un espacio de arte que alberga galerías, galeristas y artistas de todo el mundo, además de disponer de un espacio de coworking para trabajadores, nómadas y emprendedores.
Aprovechamos que estamos alojadas en Gueliz para visitar nuevos restaurantes de los que nos han hablado las buenas lenguas. Empezamos tomando un cocktail en Plus61. Nos han dicho que se cena bien pero tenemos reserva en otro sitio. En este local lo hacen todo “en casa”, su propio pan, pasta, queso y yogur. El resto de productos los obtienen de agricultores bio orgánicos locales y éstos los tratan con sencillez y delicadeza. Un lugar informal, de estilo familiar y sin florituras ideal para tomar un aperitivo.
Terminamos los Bloody Mary y nos dirigimos a Sahbi Sahbi para cenar. Una propuesta que nos hacía mucha ilusión ya que es cocina marroquí tradicional elaborada y llevada a cabo íntegramente por mujeres. Una revolución de los códigos de la restauración marroquí donde tradición y modernidad se dan la mano.
Detrás del proyecto encontramos a dos grandes restauradores con una larga historia en la ciudad, Helena Paraboschi y Pierre Pirajean; y el Studio KO como estudio de interiorismo del lugar.
En Marruecos la cocina suele ser un lugar secreto, escondido, que es territorio de las Dadas, esas mujeres que transmiten las recetas de generación en generación. Es justamente con esta intención de compartir y transmitir el legado, que el comensal es recibido en este local.
El nombre Sahbi Sahbi significa “amistad, hermandad” y todo sucede alrededor de una barra central y varias mesas de madera. El menú es sencillo: tajines, pastillas, briouates, panes locales y, excepcionalmente los viernes al mediodía, ofrecen el tradicional couscous. Detrás y delante de los fogones, un equipo de mujeres trabaja con amor y sin secretos en una cocina abierta, con total normalidad y compartiendo las recetas con los comensales más curiosos.
Te recibe y te despide un ambiente íntimo de luces tenues, un espacio de madera con detalles de cerámica y un horno de leña que se encarga de “perfumar” el local y recordarnos la importancia del fuego en la cocina de toda la vida. ¡Un festín de tradición y mucha energía femenina!
Otra opción en la zona es Le Kilim. Una nueva incorporación de Kamal Laftimi a la familia de Nomad, Le Jardin y Café des Epices. Inspirándose en el rojo brillante de la ciudad y uniéndolo con el tejido de las alfombras turcas Kilim, las decoraciones Beldi-chic y artísticas marroquíes vintage, los platos clásicos y los sabores internacionales, Kamal añade un restaurante moderno con raíces locales al grupo. Ideal para picar varios platos saludables, los vegetarianos y veganos lo tendrán muy fácil para disfrutar. Quien prefiera probar uno de los clásicos del grupo deberá trasladarse a la medina.
La vida de la Medina
Allí encontramos una infinidad de opciones, algunas de ellas (por desgracia) saturadas de turistas. Uno de los “cafés” pioneros es Café Des Épices. Siempre hay clásicos a los que volver una y otra vez y éste puede ser uno de ellos.
Su Tadelakt rojo enamora a cualquiera que se adentra en su universo y la decoración de Anne Favier conecta el lugar con el contexto a través de la cultura, el arte y la artesanía. Su maravillosa terraza te brinda unas vistas impresionantes de las montañas del Atlas desde el corazón de la ciudad y sus mesas bajas de madera con cojines bereberes te arropan y te recogen. Cuando llevas horas dando vueltas por el Zoco, en medio del caos de la medina, y te adentras en este café para disfrutar de un desayuno, de una comida, de un té con menta o de un zumo de fruta recién exprimido, no hay mejor oasis en el que dejarse caer.
Con los años, los tejados del centro histórico se han convertido en los miradores favoritos para los que quieren escapar del ruido, del trueque y el laberinto de calles (callejones donde encontramos tiendas de artesanía contemporánea como Nasire Bags).
Kabana Rooftop, El Fenn Hotel & Rooftop, Dardar, Le Foundouk, L’mida o La Pergola son otras de las opciones para brindar mientras el sol se despide hasta el próximo día.
Marruecos es una escapada de uno mismo y, a la vez, es escucharse desde dentro. Algunos de estos lugares lo hacen más posible ya que están alejados del ruido mecánico y eléctrico. La naturaleza, los olores del país, los sonidos y el latido marroquí te recuerdan lo realmente importante. Escuchar y escucharse solamente depende de una misma.
¡Hasta pronto Habibi!
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