Serpenteando el Empordà

La tendencia es visitar los pueblos costeros y las playas más icónicas y probablemente más bonitas de la Costa catalana. Esta vez, aprovechando un fin de semana de invierno atemperado por un sol incandescente, preferimos descubrir nuevos rincones, proyectos y productores/as del interior. Os mentiríamos si os dijéramos que no hemos dedicado una parada en lugares a los que siempre volvemos, a los que nos sentimos «en casa» dentro de estas tierras.

La primera parada es el pueblo de Llofríu. Allí se encuentra Soca-rel, un restaurante donde ensalzan la «Cocina de barraca». Una maravillosa arrocería capitaneada por Jordi Garrido y su equipo donde se homenajea las huertas valenciana y empordanesa.

Nos recibe una terraza con un techo de cañizo y grandes cortinas blancas ondeando bajo el sol. Junto a la entrada, una hilera de fuegos de leña con paelleras que entran y salen de las llamas, de fondo suena música y en el aire se respira un maravilloso aroma a fondos de arroz, sarmiento en llamas y aire puro.

Elegimos comer fuera (y no dentro de la Masía) para aprovechar un cielo limpio y despejado. Al rato llega a la mesa lo que hemos pedido, croquetas caseras, una ensalada de «rampoines» (marca de la casa) y una magnífica capa fina de granos de arroz (más bien «socarrat», de esos para comer directamente de la paella) de montaña.

En Llofriu se despidió de todos nosotros, en su día y tristemente, Josep Pla. Hoy, emulando la «Vida Lenta» del escritor, disfrutamos cerca del Mas donde el artista vivía, una comida desenfadada, sin prisas, con pausas y con pinceladas de hollín.

Preferimos no alargar la sobremesa demasiado para que nos diese tiempo de disfrutar de la puesta de sol en Mas Geli. Allí nos esperaba Anna, propietaria de la bodega, alma del proyecto (junto a su hermano) y mejor anfitriona.

Tras recibirnos, nos contó con brillo en la mirada que Mas Geli es un proyecto familiar fruto de la ilusión de elaborar vino propio que exprese la esencia de un territorio. Concretamente, vino de los Masos de Pals, un paraje privilegiado en la falda de los macizos de las montañas de Begur y del Montgrí. Tierras de arena y piedra caliza abrazan las vides y un microclima próximo al mar redondea los vinos y los dota de una personalidad propia.

Mientras nos contaba cómo cuidan de las cepas desde el inicio, que practican agricultura ecológica y vendimia natural, y que cuentan con variedades autóctonas del Empordà, probamos algunas de sus referencias. «Sácanos lo más distinto que tengas..¡Hemos venido a jugar!», le pedimos.

El Solista nº7, un Subirat Parent, y Notes de Rosat 2021, un Sansón Negro fueron caballos ganadores y nos llevamos un par de botellas para disfrutarlas en casa.

Gracias a Anna y su familia, disponemos de vinos con sello que combinan la frescura del mar con la fuerza de la tramontana.

Cuando nos abandonó la luz del día, pusimos rumbo al hotel. En el pueblo de Casavells nos esperaban los propietarios de Encis Empordà, un hotel rural boutique rodeado de paz y naturaleza.

Con siete suites diferentes entre las que elegir (¡todas con chimenea para los meses de frío!) esta maravillosa masía del siglo XVI dispone de distintos espacios y de toda la intimidad para escaparse en cualquier época del año y apenas encontrarse ni con los propios huéspedes del hotel. El lugar idóneo para desconectar del mundo, recogerse y en el que ubicarse como campo base para visitar tanto el mar como las montañas que le rodean.

La chimenea nos abrazó toda la noche y al despertar desayunamos productos «de la terra» frente los ventanales del jardín y la piscina. Una atalaya desde la que observamos cómo iban despertando las casas vecinas y el mismo paisaje. El día nos volvía a regalar un sábado de cielo limpio y despejado.

Anduvimos por el pueblo, nos despedimos del Encís y nos dirigimos a Celrà donde nos esperaba Marc Fuyà (genio y figura) en su nave de producción de sidra.

A Marc hace tiempo que le conocemos y le intentamos buscar cuando estamos cerca. Bajo la marca Serps, Marc elabora sidra natural sin filtrar, pero sobre todo y ante todo, se divierte. A este chico le apasiona lo que hace y solamente hay que ver su propuesta y su puesta en escena.

Nacido en Gerona, Marc recorrió varias partes del mundo, dejó su carrera como diseñador y volvió a sus orígenes. Se instaló en su tierra natal y aquí es donde ha cumplido su sueño. Este le ha llevado a estudiar y mezclar distintas variedades de manzanas y crear una bebida natural y respetuosa con el medio ambiente. «Mi objetivo es recuperar variedades locales de manzanas que se han perdido a causa de la industrialización. Algunas las combino con otras frutas, con frutos o incluso con flores recolectadas de bosques catalanes», nos comparte. Bebidas absolutamente adictivas, atrevidas y que se expresan libremente. Más de 12 referencias con etiquetas muy punkis que funcionan casi como fanzines. Arte en estado puro dentro y fuera de la botella. Sin duda, merece la pena morder la manzana, acercarse al pecado y encontrarse con la serpiente.

Probamos alguna de sus sidras insignia, nos comparte alguno de sus próximos «experimentos» y nos despedimos de él. De aquí nos vamos para Torrent, donde nos esperan más frutas pero, esta vez, en formato confitura. Siempre que podemos nos acercamos al Museo de la confitura donde es imposible salir sin varios botecitos de distintas mermeladas o confituras artesanas.

Todo empezó con un limonero pegado a la fachada de una casa del pueblo. Mientras Georgina Regàs restauraba una casa, empezó a recoger limones para hacer zumos, cremas, sorbetes, pasteles y, finalmente, mermelada de limón. Georgina, que nunca había hecho ni mermelada ni confitura, entró en un mundo que desconocía y que la fascinó.

Georgina Regàs, cocinera y escritora, fue una figura clave en la recuperación y divulgación de la cocina tradicional catalana. Fundó el Museo en el 2004, convirtiéndolo en un referente en el mundo de las confituras, mermeladas y gelees, y actualmente es su hija quien dirige el negocio.

Ver tanto dulce nos abre el apetito y el reloj marca la hora de comer, nuestra próxima parada es Corçà, allí nos espera una mesa para dos en el restaurante Rakú.

Con Nolasc en la cocina y su hermana Claudia en la sala, este local de tapas de autor tiene como principio la variedad. Sin olvidar platos reconocidos, a Nolasc le encanta introducir sorpresas y crear festivales de combinaciones. La técnica de Rakú es un método tradicional de cocer la cerámica y, a su vez, significa tranquilidad, diversión y felicidad. Así como este método, la propuesta de Nolasc mezcla costumbres e innovación y distingue su cocina.

El viento nos lo impide esta vez, pero sin duda, la terraza de la entrada es el lugar más acogedor donde poder alargar la comida.

Por la tarde, antes de encerrarnos en el hotel, decidimos pasar por El Jardín de las Lilas, casa y laboratorio de Ana Gayoso. Allí nos recibe ella, en el maravilloso jardín de su casa.

Desde un amor profundo a la naturaleza, Ana elabora aguas florales, hidrolatos y aceites esenciales ecológicos con las plantas que crecen (cultivadas o silvestremente) en su terreno del corazón del Empordà.

Ella y su familia recolectan de manera tradicional todo tipo de plantas aromáticas mediterráneas como lavanda, rosales antiguos, romero, salvia, ciprés, tomillo… Eligen el momento de maduración adecuado, cuando la planta tiene más principios activos y siguiendo el calendario lunar, para potenciar sus aromas y propiedades. Y, con el mismo cuidado, destilan pequeñas cantidades con fuego de leña. En el Jardín de las Lilas recuperan las fórmulas ancestrales para crear cosméticos esenciales, llenos de sustancia, amor y magia.

Tras dar una vuelta por el huerto, ver el alambique donde destilan, visitar su «laboratorio» y probar distintos productos, nos vamos maravilladas y perfumadas hacia Siurana.

Allí, tres hermanas, Dolores, Danielle y Maria llevan adelante su propio hotel rural desde hace varios años, el Molí de Siurana. Un proyecto familiar donde las tres se complementan e hibridan. Arreglan el jardín, se encargan de la granja, preparan cenas, desayunos, mantienen el huerto y defienden una propuesta personal que acoge familias durante todo el año.

Siete habitaciones y un apartamento super confortable envueltos en un entorno de tranquilidad y naturaleza. Lo mejor, ¡el desayuno! Nadie puede abandonar el Molí sin disfrutar de un plato de huevos orgánicos de las gallinas de la finca (hechos al gusto) y acompañados de platos dulces y salados. Todo hecho en casa. Todo hecho con amor.

Tras este desayuno imbatible, arrancamos nuestro tercer y último día, de nuevo soleado y sin nubes. No queremos despedirnos de la Costa Brava sin ver un poquito el mar.

Aparcamos en la entrada del Parque Natural de los Aiguamolls de l’Empordà donde su luz, color, armonía y equilibrio nos permiten evadirnos, salir renovadas y libres. Libres como los animales que hemos observado. Libres como las olas que llegan a la playa de Sant Pere Pescador.

Brindar para dar las gracias y cerrar este maravilloso fin de semana nos parece una buena idea. Volvemos cerca del hotel, allí se encuentra Vins de Taller. Una bodega de vinos ecológicos y biodinámicos con una maravillosa extensión de viñedos donde poder degustar algunas de sus referencias.

Vins de Taller es la culminación de un sueño perseguido por un experto en plantas, jardines y paisajes. Antoni Falcó creó esta bodega en 2002 consciente de que la paciencia y el tiempo son fundamentales en procesos que tienen como base las plantas. Buscan la calidad frente a la cantidad y eso se nota en todos sus vinos. Además, seguramente, uno de los alicientes de este lugar es poder pasear por las viñas y el jardín particular de la familia. Desde el punto de vista paisajístico, lo más interesante es la transición de la terraza al jardín. Allí nos sentamos, en unas tumbonas, frente a las vides, bajo el sol de domingo. Con los ojos cerrados y la mente en blanco.

Tras este pequeño «brindis al sol», nos espera la última parada del viaje y no podemos elegir otro lugar que un enclave con este mismo nombre. Última Parada es el proyecto de Salvador Fresneda y Bela Adler, dos fotógrafos de moda y publicidad que un día decidieron iniciar una nueva pasión juntos. Una nave industrial en la carretera que lleva a la Bisbal donde Salvador ha creado y recreado varios escenarios con mobiliario industrial donde espacio y luz reinan por encima de todo. Sus puestas en escena son fantásticas y logra crear ambientes y espacios humanos en un escenario aparentemente hostil. Siempre funcional. Nunca gratuito o injustificado. 

Integrado en el mismo espacio, el restaurante surgió como un servicio para los clientes que visitan la tienda. Con una propuesta de cocina casolana elaborada con ingredientes ecológicos (algunos de su propia huerta), destacan platos como el cuscús con verduras, el fricandó o cualquiera de sus postres. Es evidente que todo está hecho en casa.

Tras arañar los últimos rayos de sol y alargar menos de lo que queríamos la sobremesa, ahora sí, toca volver a casa. Pero hemos dejado una pequeña excursión para la vuelta. Así que antes de llegar a Barcelona decidimos parar en la Barraca d’en Dalí, ubicada en los alrededores de la playa d’es Castell (cerca de Palamós).

Esta barraca es un pequeño taller, hoy vacío, que se hizo en honor al pintor y a su obra. En 1940 Alberto Puig Palau construyó esta cabaña-estudio en un lugar aislado dentro de sus tierras para que Dalí pudiese trabajar y así poder estar cerca de su amigo. No está claro que el artista finalmente le diera un uso pero esta pequeña construcción con una puerta inclinada ha sido lugar de peregrinaje de curiosos, deportistas y despistados.

Volvemos a casa preguntándonos cómo es posible que lugares que tenemos tan cerca nuestro escondan tanta historia que desconocemos, tantas personas con propuestas mágicas y personales que lanzan al mundo y tantos momentos esperando ser compartidos.